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El cerebro se comunica con el intestino. Si no, que levante la mano quien no haya experimentado la sensación de
"estar mal de la tripa" cuando estamos nerviosos por un examen o de "no voy bien al baño" en un viaje estresante. Pero a la vez, el intestino se
comunica con el cerebro y nos hace conscientes del dolor intestinal cuando estamos estresados o algo que hemos comido nos ha sentado mal. Esta
comunicación en los dos sentidos es lo que se llama Eje cerebro-intestino-microbiota e implica no sólo el sistema nervioso central y periferico,
sino también el sistema endocrino y el sistema inmune.
La microbiota alojada en la región intestinal juega un papel muy importante en esta doble comunicación porque
produce sustancias neurotransmisoras, conecta directamente con las terminaciones nerviosas del intestino e influye muy estrechamente en la impermeabilidad
intestinal que nos mantiene sanos. Cuando se altera la composición de la microbiota o sus funciones por causas muy prolongadas en el tiempo como tratamientos
antibióticos recurrentes, alimentación inadecuada de forma continua o estrés excesivo, el desequilibrio microbiano que se origina repercute desfavorablemente
en el cerebro y puede contribuir a desarrollar trastornos de comportamiento o mentales de cierta severidad.
El Grupo trabaja en la actualidad colaborando con una empresa en un proyecto subvencionado por el CDTI para la nada fácil
tarea de relacionar la microbiota y los desórdenes intestinales de ciertas poblaciones infantiles con la presencia de desórdenes mentales. Intentamos mejorar
su situación a través de la alimentación investigando sobre bacterias probióticas que ayuden a equilibrar el balance intestinal perdido y a recuperar en lo
posible capacidades cognitivas y motoras. Y tan importante o más, investigamos en nuevos alimentos que sirvan de vehículo a esos psicobióticos y resulten atractivos
y divertidos para la población a la que van destinados. Tratamos de alegrar su vida diaria y hacerla un poco más fácil.
Eje cerebro- intestino-microbiota